Una máquina que hace décimas
- Juan Biermann
- 29 mar 2019
- 6 Min. de lectura
Atrévete a realizar este experimento escrito que es, ante todo, una acción creativa que te traerá resultados sorprendentes e insospechados.
Hoy experimentaremos con versos, versos octosílabos, y nos aproximaremos a una forma poética conocida como décima, también conocida como espinela.
Antes de arrancar con el experimento, recuerda que este está pensado para hacerlo en soledad o en compañía de otras personas, presentes o no.
Empecemos con un sencillo ejercicio de escritura. Si quieren que le ponga un nombre al ejercicio, lo llamaré terminaciones. Consiste en reunir palabras que compartan terminación. Para este ejercicio propongo cuatro terminaciones:
1. –ura. Por ejemplo: cura
2. –ario. Por ejemplo: Mario
3. –elo. Por ejemplo: velo
4. ’-Ica: por ejemplo: música
Con cada terminación nos ponemos a buscar más palabras. Tras algunos minutos, de cada terminación pueden salir veinte o más palabras. Estas a continuación son las que encontré con cada terminación. Sé que hay más, muchas más, pero con 20-25 de cada una puedo darme por satisfecho.




Concluido este sencillo ejercicio de calentamiento, entremos en materia. Al inicio, afirmé que en la sesión experimentaremos con octosílabos. Para ello, lo primero es saber que los octosílabos son versos; y un verso es cada oración que compone un poema. En este sentido, un verso octosílabo, como ya su nombre nos lo sugiere (octo = ocho; silabo = sílaba), es una oración de ocho sílabas que hace parte de un poema. Hasta ahí puede estar todo claro; pero, ¿cómo sabemos si un verso tiene ocho sílabas? Es decir, ¿cómo se cuentan las sílabas cuando se trata de versos?
A la hora de contar las sílabas de un verso debemos recordar que los poemas, desde su origen hace milenios, son creados para ser escuchados, no solo leídos. En este sentido, las sílabas de un verso se han de contar como suenan. Pongo un primer ejemplo de cómo han de contarse. Es un fragmento de un poema en octosílabos, titulado “el buen momento”, de José Hierro, que dice:

En los versos segundo y tercero de este fragmento, podemos encontrar tres elementos que hay que tener en cuenta al contar las sílabas de los versos. El primero es conocido como sinalefa, que consiste en la unión de dos vocales consecutivas en un solo sonido, tal y como ocurre en la tercera sílaba del tercer verso (so-en). Al decirlo en voz alta, suena como una sola sílaba.
El segundo elemento es el diptongo. Se parece mucho a la sinalefa, solo que ocurre al interior de una palabra y no entre dos palabras. Ejemplo de esto lo encontramos en la cuarta sílaba del tercer verso (cien).
El tercer elemento lo hallamos al final del tercer verso. En este, su última palabra ("música") es esdrújula, es decir, está acentuada en su antepenúltima sílaba. Eso hace que se produzca un efecto sonoro, conocido en la música como tresillo, que consiste en tres golpes que ocupan dos unidades de tiempo (mú|si-ca). Por esta razón, las dos últimas sílabas del tercer verso de nuestro primer ejemplo se cuentan como una sola.
Un segundo ejemplo: un fragmento de un poema en octosílabos de Marcos Ana, titulado “La vida”:

En este segundo ejemplo, volvemos a encontrar la sinalefa, en la sílaba 5 del primer verso; y en las sílabas 3 y 6 del segundo verso.
También volvemos a hallar un caso de diptongo, en la sílaba 1 del tercer verso. Además, en ese mismo verso, podemos ver que su última palabra es esdrújula (pájaros), lo que hace que sus dos últimas sílabas se cuenten como una sola.
Una novedad en este segundo ejemplo es la aparición de un hiato, que consiste en la separación clara entre dos vocales consecutivas, dentro de una misma palabra. En este caso, el hiato aparece al final del segundo verso, en la palabra río. Pronunciémosla en voz alta: rí-o. Si la pronunciáramos uniendo sus dos vocales, su significado cambia. Por eso, a la hora de contar las sílabas, tenemos que escuchar cómo suenan, para distinguir cuándo se trata de una unión de vocales consecutivas (sinalefa o diptongo) y cuándo se trata de una separación de vocales consecutivas (hiato).
Un tercer ejemplo: se trata de un fragmento de un poema de Manuel Machado, titulado “La copla”, que dice:

En este tercer ejemplo, encontramos una vez más la sinalefa (sílaba 3 del primer verso, sílaba 6 del tercer verso y sílaba 5 del cuarto verso); y también aparece el diptongo (sílaba 4 del primer verso, sílabas 2 y 7 del tercer verso; y sílabas 3 y 6 del cuarto verso).
Podemos señalar un último elemento que debe tenerse en cuenta al contar las sílabas de un verso. En este caso, tenemos dos ejemplos, al final del segundo y el cuarto verso (son y au-tor, respectivamente). Estos dos versos terminan en palabra aguda, es decir, terminan en una palabra que esta acentuada en la última sílaba. Da igual si lleva o no tilde. Esto hace que esa sílaba se alargue, ocupando el espacio de dos sílabas.
Recapitulemos entonces: a la hora de contar las sílabas de un verso debemos tener en cuenta, por una parte, las vocales consecutivas y preguntarnos, a partir de como las escuchemos, si se cuentan como una sola sílaba (sinalefa o diptongo) o como dos (hiato). También, debemos fijarnos en la sílaba fuerte de la última palabra de cada verso. Si el verso termina en palabra esdrújula, es decir, que su sílaba fuerte es la antepenúltima, entonces, la última y la penúltima sílaba de esa palabra (y de ese verso) se cuentan como una sola. Si, en cambio, la última palabra del verso es un monosílabo o es una palabra aguda (que su sílaba fuerte es la última), esa última sílaba se cuenta como si fueran dos.
Teniendo esto en cuenta, y retomando lo hecho como ejercicio de preparación (terminaciones), propongo escribir octosílabos con las palabras que reuní, terminadas en –ura, -ario, -elo y ’-ica.




Teniendo nuestros octosílabos escritos, volvamos al punto de partida. Recuerdo haber afirmado que, además de abordar el tema de los octosílabos, exploraremos en esta sesión una forma poética llamada décima, también conocida como espinela.
Una décima o espinela es una forma poética compuesta por diez versos octosílabos de rima consonante. El primer verso rima con el cuarto y el quinto. El segundo rima con el tercer verso. Sexto, séptimo y décimo riman entre sí, así como riman los versos octavo y noveno. Es más claro si se expone gráficamente, así:

Pondré un ejemplo. Se trata de un fragmento (una estrofa) de una canción original del uruguayo Alfredo Zitarrosa, titulada milonga para una niña. Dice así:

Pondré otro ejemplo, de mi autoría. Agrego algo de color:

Podemos aprovechar ahora los octosílabos que hemos escrito para crear décimas al azar. Si nos fijamos, necesitamos diez octosílabos. Tres de ellos, que compartan terminación, los ubicaremos como primero, cuarto y quinto verso. Por ejemplo, del listado de octosílabos terminados en –ura, elijo el 5, el 10 y el 15; y los ubico:

Luego, elijo dos versos octosílabos de los terminados en –ario y los ubico junto a los que ya están. En este caso elijo el 9 y el 19 del listado que hice anteriormente.

Ya llevo la mitad de una décima. Escojo entonces tres nuevos versos, del listado de los que terminan en –elo. Me inclino por el 4, el 8 y el 16. Los incluyo en lo que llevo y así queda:

Para terminar, selecciono al azar dos versos de la lista de octosílabos terminados en ´-ica, que en este caso decido que sean el primero y el último de la lista. Los incluyo en lo que llevo y doy por concluida la primera versión al azar de una décima. Aquí la presento:

Está claro que he conseguido componer una décima, siguiendo los parámetros establecidos. Pero, ¿puedo darla por concluida?, ¿ya no hay nada más que hacer con ella?
Eso me recuerda una vieja pregunta: ¿quién le indica a la pintora que su pintura está acabada?; o, en otra variante, ¿quién le indica al narrador que la historia ha terminado? Podemos quedarnos durante mucho tiempo revisando, corrigiendo, acomodando y reacomodando versos en una décima como estas, fruto más de la constancia y el azar, que de la intención consciente de expresar algo concreto.
Lo importante, lo que espero que te quede, de aquí para siempre, después de haber dedicado tanto tiempo a leer y seguir lo aquí escrito, es el saber, un saber que te permita fabricar décimas. Saber que, si sigues cultivando, hará que las décimas que fabriques sean frutos cada vez más jugosos y agradecidos con quien se ha aventurado a darles consistencia.
Te dejo para que sigas experimentando, solo o con compañía presente o no. No dudes en compartir tus frutos con quienes aún te escuchamos al escribir.
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